Ana Mato y su varón invisible, del cual ni se acuerda, no vaya a ser ...
“La
falta de varón no se puede tratar como un problema médico.” Así
respondía Ana Mato, Ministra de Sanidad,
Servicios Sociales e Igualdad, a la pregunta sobre los criterios que debe
tener en cuenta el médico para incluir a una mujer en un diagnóstico de infertilidad,
tras la polémica que ella misma provocó al excluir a lesbianas y solteras del
sistema público de reproducción asistida.
La
Ministra a la que la trama Gürtel regalaba viajes turísticos valorados en
50.000 euros y artículos de lujo de Louis Vuitton por un valor mínimo de 610
euros la pieza, a la que unos amiguitos misteriosos le sufragaban “eventos
familiares particulares” como fiestas de cumpleaños con payasos y confeti que
costaron más de 11.800 euros y la misma que para defenderse de las acusaciones
que la hacían responsable de las trapacerías de su ex marido y camarada de
partido, el imputado Jesús Sepúlveda, argumentaba “¿eso es lo que hemos
avanzado en igualdad, responsabilizar a una mujer de lo que haya podido hacer
un hombre?”, ha decidido dejar sin cobertura legal a las mujeres solteras y
lesbianas que quieran hacer uso de su derecho a la reproducción asistida en el
sistema sanitario público, demostrando así que, en ocasiones, el peor enemigo
de las mujeres es otra mujer con prejuicios y con el poder de imponerlos.
El
documento que la señora Mato pretende llevar al Consejo Interterritorial de
Sanidad excluye a estos colectivos “dudosos” (sólo para su mentalidad deformada) del
acceso a dichos tratamientos. Su propuesta establece como requisitos para
recibirlos ser pareja integrada por mujer menor de 40 años y hombre
menor de 55, sin ningún hijo en común y que cuente con un diagnóstico de
esterilidad tras haberse sometido al correspondiente estudio previo. Lo que
finalmente ha suprimido del documento ha sido el punto en el que se pretendía
tener en cuenta la situación psicosocial o los problemas de conducta de la pareja
como otro de los criterios de exclusión. En lo restante, el documento es copia
del original, excluyendo, por tanto, a las mujeres de un tratamiento que
recibían hasta ahora por el hecho de que su orientación sexual y
afectiva sea diferente, expresión de su libertad y de su tendencia personal,
asunto en el que nadie tiene derecho a husmear porque forma parte de la
intimidad del ser humano tal y como reconoce las leyes. O sea, que lo del varón, por muy
santo que fuere, si está ausente, debiera ser irrelevante a efectos de reproducirse en modo asistido, como ocurría hasta ahora sin que tal cosa perjudicara a nadie,
hasta que vino la señora Mato y lo arruinó todo.
En
el mes de octubre del 2012, algunos medios adelantaron lo que entonces era una
propuesta que ahora se materializa. Por aquel entonces el Ministerio de Sanidad
negaba que se fuera a revisar ideológicamente la cartera en reproducción asistida.
Aseguraba Mato que cualquier modificación respondería a criterios médicos y al
éxito de los tratamientos. Nueve meses después, el Partido Popular traicionaba
sus promesas al decretar la exclusión de los tratamientos de reproducción a
determinados colectivos por razones ideológicas para imponer un esquema de
familia, el suyo, que no comparte una sociedad, la nuestra, que es más libre y
tolerante que el gobierno que padecemos.
La noticia no sólo ha causado
indignación entre los colectivos de homosexuales y entre las personas tolerantes de toda
condición sino, también, en el ámbito jurídico, porque la decisión de la
Ministra Mato no tiene nada que ver con un problema de escasez, ya que de ser
así habría reducido los tratamientos de fertilidad a todos por igual, sin
discriminación alguna por la orientación sexual.
La imposición de Mato supone el
incumplimiento del artículo 14 de la Constitución que reconoce que “los
españoles son iguales ante la ley sin que pueda prevalecer discriminación
alguna por razón de nacimiento, raza, sexo, religión, opinión o cualquier otra
condición o circunstancia personal o social”.
Pero no sólo se pisotea el
artículo 14 de la Constitución con la contrarreforma de Mato. El portavoz de
Jueces para la Democracia, Joaquim Bosh, añade que también vulnera el artículo
39 de la Carta Magna en el que se establece “que los poderes públicos
aseguran la protección social, económica y jurídica de la familia” y el
artículo 10 que pone de manifiesto que “la dignidad de la persona, los derechos
inviolables que le son inherentes, el libre desarrollo de la personalidad, el
respeto a la ley y a los derechos de los demás son fundamento del orden
político y de la paz social”. Esto
quiere decir que el gobierno no puede imponer a una persona ni su orientación
sexual ni que para tener hijos deba estar casada, ni tener pareja o un
determinado sistema de valores familiares.
Por más que moleste a la señora Mato, se tienen hijos porque se quiere
y cuando no se puede de un modo se intenta de otro, con la ayuda de los avances
médicos si es posible, porque a los hijos deseados se
les quiere y busca, vengan como vengan, y se les viste por la mañana y se les da el
desayuno, besándolos antes y después, sin intermediación del personal de
servicio, que es cosa penosa que dice mucho y mal de madres que no lo hacen y luego dan lecciones de moralidad y buen corazón. Lo
contrario es exclusión, discriminación, imposición y abandono de las
obligaciones familiares, que deberían estar castigadas cuando no hubiera razón
de fuerza que las impidiera, lo que no es el caso de la Ministra según todos los datos.
Para justificar este nuevo
recorte el gobierno pretexta razones que dice que son sanitarias, cuando no es
cierto. En contra de lo que sostiene el ejecutivo de Rajoy, el derecho a la
salud, consagrado en tratados internacionales y regionales de derechos humanos
y en las constituciones de países de todo el mundo, no sólo se refiere a la
ausencia de enfermedades sino, además, al derecho a disponer de condiciones de
bienestar físico, mental y social sin las cuales la salud es imposible. Así
pues, este derecho no debe entenderse como el derecho a estar sano (igual que
la paz no es sólo la ausencia de guerra, la cultura simple eliminación del
analfabetismo y el fin del hambre chutarse en vena sebo chorreante), sino como la
posibilidad de disfrutar de un abanico de facilidades, bienes, servicios y
condiciones necesarias para lograr el más alto nivel de salud, debiendo ser los
gobiernos los garantes de su mantenimiento para que las personas vivan lo más
saludablemente posible.
El sistema sanitario atiende
diariamente miles de casos que no son un problema médico porque,
afortunadamente, la salud es mucho más que la sanidad y la sanidad es mucho más
que la lucha contra la enfermedad. La sanidad moderna está por encima de la “enfermedad”
y de “lo médico”. La visión de la sanidad reducida a lo estrictamente
médico provoca que algunos colectivos tengan que cargar con la etiqueta de “enfermos”
simplemente para poder beneficiarse del apoyo del sistema público de salud y de
la cobertura que éste proporciona.
Tal es el caso de las personas transexuales, que para que sus necesidades en
materia de prestaciones sanitarias sean cubiertas por el servicio nacional de
salud tienen que aceptar llevar colgada la etiqueta de enfermas cuando no lo son, excepto en la mentalidad reaccionaria del gobierno actual.
Las prestaciones sanitarias
tienen necesariamente que abarcar más cuestiones que la mera cura médica. Como
dijo Rudolf Wirchow, médico y político alemán, considerado como uno de los más
prestigioso patólogos del siglo XIX: “La medicina es una ciencia social y la
política no es más que una medicina a gran escala”.
El Partido Popular, respondiendo
a condicionamientos exclusivamente ideológicos y no económicos como nos quiere
hacer creer, intenta culpar de la supuesta mala situación económica del sistema
sanitario público a colectivos que no comulgan con su modelo de familia y
ciudadanía, como ya lo hizo con la población inmigrante en situación
administrativa irregular. Por cierto, puestos a definir “problemas médicos”, el inmigrante en situación
irregular, como cualquier otro ciudadano, padece problemas de salud que no se
tratan porque a la Ministra Mato no le da la gana, como prueba el Real Decreto
16/2012 que dejó a cientos de miles de inmigrantes indocumentados sin derecho a
la sanidad pública.
Por lo tanto, hacer creer a los
ciudadanos que la exclusión de determinados colectivos de mujeres de las
técnicas de reproducción asistida es una medida de ahorro es una engañifa,
cuando el coste económico del protocolo para la fecundación asistida en el
servicio público de salud es ínfimo y el 80% se practica en centros privados,
según la Asociación Española de Fertilidad.
Si la intención de la Ministra
Mato es la de reducir costes atendiendo a problemas puramente médicos, no
tendrá ningún inconveniente en incluir a lesbianas y a madres solteras que
tengan diagnosticado problemas de infertilidad. Pero no es el caso, porque esta
señora se ha rodeado de “expertos” contrarios al matrimonio homosexual y al
aborto para elaborar las futuras medidas de protección de su idea de familia.
Mato creará rangos jurídicamente
jerarquizados compuestos por ciudadanas de primera como son las mujeres
heterosexuales y casadas, y ciudadanas de segunda donde se incluyen a
lesbianas, bisexuales y solteras, criminalizándolas bajo el diagnóstico de
“rarezas”, “anormalidades”, y "desviaciones", reafirmando así su intolerancia y
animadversión hacia ellas, lo cual es muy propio de una señora tan sectaria
como la Ministra, porque en eso consiste ser opusina, que es participar en una secta muy poderosa y oscura del catolicismo proclive a poner etiquetas peyorativas sobre
las personas libres y sus costumbres.
Terminemos relatando algunas
incongruencias de la señora Mato, que son también del PP, y que hacen que nos
tomemos a broma sus teorías sobre las desgracias que trae que la hembra no tenga varón al
lado que le sostenga el cayado.
Según Mato, la ausencia de varón debe penalizar a lesbianas y solteras que quieren tener hijos y
que no merecen que el presupuesto público atienda su capricho, mientras que la
ausencia de varón en las aulas en las que se practica la segregación por sexos
no es motivo para retirarles la subvención pública al colegio sino todo lo contrario.
Ahorro en el primer caso y subvención justísima en el segundo, por la gracia de Mato, aunque
el varón a veces no asome la nariz ni en la familia moderna ni en el aula segregada.
Pero hay más. Si la ausencia de
varón no es un problema médico, por qué muchos de los camaradas de Mato
consideran que el lesbianismo es desviación patológica.
Y si la ausencia de varón es
muestra de estilo de vida y la hacienda pública no tiene obligación ninguna de
sostener costumbres particulares, ¿qué demonches hace el gobierno sosteniendo a
la iglesia católica que es ejemplo cabal de forma de vida privada, particular y subjetiva desde la cuna a la
tumba?
El gobierno de Rajoy se ha vuelto loco, del tipo de locura fanática que no atiende a razones. Gallardón obliga a ser madres a las mujeres que no lo desean y Mato impide ser madres a las mujeres que quieren serlo. Pero sólo si las madres en acto o en potencia son pobres, porque si tienen posibles las mujeres harán lo que les parezca, que el dinero todo lo puede.
Si lo que hace Mato no es una imposición urge que dimitan los académicos de la RAE, de la a la z.
Resulta imposible entender a una
derecha que truena por la individualidad pero que la respeta tan poco cuando la
persona ejerce plenamente su libertad para afirmarse como le dictan sus sentimientos.
Con esta derecha que padecemos siempre pasa lo mismo: imposición de costumbres
y, si no, señalamiento y castigo, en este caso con la excusa barata
del ahorro.
María José Pérez Salazar forma parte del Consejo Político Local de IU de Azuqueca de Henares