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Para esto sirve la libertad de información en España: para engañar |
Para tapa los agujeros de Bankia (23.500 millones), Novagalicia (4.450 millones), Banco de Valencia (4.607 millones) y Catalunya Caixa (4.470 millones), que amenazaban juntos con producir el colapso de la banca española y un corralito general, el Ministro Guindos, ex directivo de Lehman Brothers (banco que produjo el boquete más grande de la historia universal de la banca privada), se fue corriendo a Bruselas a implorar ayuda para salvar a sus colegas banqueros. Estaba dispuesto Guindos a todo con tal de conseguir el dinero que precisaban los bancos y cajas como consecuencia de la avaricia y de la rapiña a la que fueron sometidas. A todo. Y así fue. A cambio del rescate bancario (hasta 100 mil millones de euros en préstamos), Guindos consintió la inmolación de España y de sus ciudadanos, a los que aún se atreve a decir, miserablemente, que representa y defiende.
Con la operación, de paso, el Ministro ayudaba a un muy importante cofrade de partido y de correrías financieras, Rodrigo Rato, presidente de una
Bankia quebrada de la que, sin ningún remordimiento, cobraba millones mientras,
auxiliado por otros compinches, la llevaba a la ruina, robaba a los ahorradores
con preferentes y otros tóxicos, y engañaba a los impositores, que suman diez
millones de almas. No le iban a la zaga el resto de directivos de las otras entidades arruinadas. Destacaban por ser expertos en saqueo, campeones del robo con escala, coleccionistas de medallas al mérito y otros toisones, además de cobrar varias veces por lo mismo en cantidades astronómicas. Qué figuras.
Este es el último ejemplo, entre los
muchos ya registrados, que muestra cómo los bancos han conseguido traspasarnos su
deuda particular y convertirla en deuda nacional (creación de deuda ilegítima), para lo cual han contado con
la ayuda de los dos últimos gobiernos, el de Zapatero y el de Rajoy, personajes ambos que, en lo psicológico, se parecen más de lo que aparentan.
Con el cambalache, los bancos nos hicieron el agujero para enastarnos
a conciencia. Su deuda es la causa de cada recorte del gasto público que, a su vez, engendra miseria colectiva. Su deuda, que es privada y de un tamaño colosal, aumenta la deuda pública, eleva la prima de riesgo y nos asfixia con intereses imposibles, lo que producirá, más pronto que tarde, el colapso de la deuda española, la quiebra de todas las cuentas públicas y la intervención de la economía. En pocas palabras, asumir la deuda ilegítima como propia nos lleva irremediablemente a la calamidad, de ahí la urgencia de salir de este sumidero cuanto antes.
Alcanzado el acuerdo en virtud del cual Berlín autorizaba
el rescate bancario a cambio de convertir España en un poblado indio, quedaba
explicarlo a los ciudadanos, pero convenientemente deformado, mayormente para
evitar que por toda la geografía nacional comenzaran a levantarse cadalsos y otros garrotes.
Las intereconomías, gacetas,
razones, abces, mundos, copes, esradios,
canales autonómicos arruinados y demás amigos del gobierno, se remangaron para
confeccionar la engañifa. Tildaron a Guindos de héroe y a Rajoy de supremo
por conseguir cien mil millones de euros de una Europa que, milagrosamente,
volvía a confiar en los mismos bancos españoles que el día anterior consideraba
ruinosos, supuestamente sin aval del Estado ni más garantía que la palabra
de nuestro Presidente. Qué mentira más burda.
Esta vez, la realidad, más
poderosa que el engaño prefabricado, desmintió la argucia en pocos días. Quedaba claro que la
UE aceptaba prestar dinero para el rescate bancario a cambio de que el Estado,
con los impuestos de los ciudadanos, avalara la operación y aplicara un recorte
brutal del gasto público (65.000 millones de euros) equivalente a la cifra del
agujero de toda la banca española descubierto por los hombres de negro de las auditoras Berger y Wyman
(62.000 millones de euros). Además, como consecuencia de un crédito tan mayúsculo, la deuda pública española pasaría del 72% al 90% del PIB, elevando la prima de riesgo a niveles insoportables y acercándonos a la quiebra. Más claro, el agua.
Los recortes anunciados por Rajoy
el 11 de julio en el Congreso de los Diputados son la libra de carne que se
corta del cuerpo de cada ciudadano para salvar a unas entidades
financieras podridas y a sus directivos canallas. Nuestro particular Shylock no ha
esperado a que se produzca el impago de la
deuda para reclamar el aval sangriento. La amputación se nos practica con carácter
preventivo, como advertencia de que el incumplimiento en los pagos, si se produce, nos costará el corazón y la vida. Al menos, en la obra de Shakespeare la deuda de sangre se contraía para ganar el amor de la bella Porcia, la de los rizos color de sol que no cedía en nada a la hija de Catón.
La sociedad española no aguanta
más. Sabe que las amputaciones que ha sufrido no conducen a nada, que por este
camino se va al despeñadero y que el gobierno de Rajoy no defiende el interés
general, concepto que le suena a sánscrito. Gente de toda condición
se ve empujada a salir a la calle, se queja, se manifiesta y desprecia a los diputados que ríen y
aplauden los recortes y que, no satisfechos, insultan vilmente a los parados con el rebuzno “que
se jodan”. La derecha, como siempre, atizando la lucha de clases, de la que luego reniega.
Asistimos a una guerra social en la que se pisotea la
Constitución, se violan las leyes y se destruye el Estado del Bienestar. Una
guerra sin tanques ni bayonetas (por ahora) pero con deudas que asfixian, arruinan
y doblegan. Por eso hemos pasado en muy poco tiempo de la cancamurria al
enfado, de éste a la indignación y de la indignación, si nada lo remedia, a la desesperación, porque la rabia amenaza con desbordar un marco político e institucional muy deteriorado. Este es el camino que
nos traza el gobierno, único responsable de lo que se nos viene encima, porque a la violencia estructural le sucederá, irremediablemente, la violencia física individual y colectiva.
El PP, con Rajoy al frente,
persigue someternos y convertir el país en un todo a cien, en un taller clandestino en el que se trabaje por un chusco de pan, en una sociedad que consienta el Ius primae noctis. No es casualidad que hoy
revoloteen sobre nuestras cabezas pajarracos como Adelson, a los que rinden
adulación prostibular los políticos de la derecha.
No fue elegido Rajoy para seguir
este plan. Tendrá los escaños, pero está solo en su empeño suicida. En solitario, por la vereda de la eutanasia social, no se llega a nada.
Basta de cavar porque como dice
el poeta Hugo Mújica, “en lo hondo no hay raíces sino lo arrancado”.
Emilio Alvarado Pérez es Portavoz del Grupo Municipal de IU en el Ayuntamiento de Azuqueca de Henares