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Zapatero y Rajoy, de acuerdo en los esencial, conmemorando la Constitución que forzaron meses atrás |
Acaba de reconocerse que el pasado mes de agosto, Trichet y Draghi, responsables del BCE, enviaron a Zapatero una carta secreta en la que le conminaban a cambiar la Constitución e imponer salarios de hambre en España. A cambio, el BCE se avenía a comprar deuda pública nacional en un momento en el que era atacada sin misericordia por especuladores internacionales. La misiva, pura extorsión mafiosa obra de capos, fue ocultada por el Gobierno y por Rajoy, que acabaron aceptando la primera imposición, la de reformar la Constitución en secreto, y dejaron en suspenso la segunda, la legalización de salarios de hambre en España. De nuevo, el bipartito no dudó en concertarse para alcanzar las peores causas: pisotear la Constitución y traicionar los intereses de los ciudadanos
Lo mismo le ocurrió a Berlusconi, aunque en Italia la carta de la vergüenza se filtró a la prensa y pasó a dominio público.
Los destinatarios de las cartas, Zapatero y Berlusconi, ya están amortajados políticamente. La carta, en cambio, goza de excelente salud, puesto que sus "sugerencias" se aplican en ambos países para desgracia de sus ciudadanos: en Italia, por un gobierno no elegido por el pueblo, y en España por un presidente agonizante y por su sucesor en el cargo, el señor Rajoy, aupado a tan alta responsabilidad por la mayoría absoluta de los diputados y por una legión de medios amigos.
Ha sido precisamente Rajoy, pocos días antes de ser investido Presidente del Gobierno, el que ha declarado que tal carta existe. Según nos dice, en la misiva resalta una “recomendación” por encima de las demás: los minijobs. Este término, aparentemente simpático, esconde una idea diabólica: la legalización de salarios de hambre, de 400 euros al mes como máximo, sin cotizaciones sociales ni protección de ningún tipo, para, supuestamente, rescatar al ejército de desempleados que inunda el paisaje de nuestro país. ¡Vaya con los minijobs! Deberían haberse llamado supermisery.
El único comentario que le ha merecido al señor Rajoy la sugerencia del BCE es que tal cosa le servirá de hoja de ruta, ahora que dice que hay que aplicar una nueva reforma laboral consistente en destruir lo poco que queda de legislación del trabajo en nuestro país.
Empecemos diciendo que aceptar la lógica perversa del peor fin frente al fin malo lleva a la barbarie. Otorgar libertad absoluta al lobo frente al cordero conduce a la muerte obligada del cordero, guión en el que ya estamos desde hace tres años. Y terminemos apuntando que la expresión hoja de ruta es un neologismo cargante que manifiesta en quien lo emplea poco respeto por nuestro idioma. ¡Basta ya!
Con estos gobernantes y estas mayorías absolutas se nos viene encima el Mundo Feliz. Imaginemos una masa de epsilones, sin futuro y condenados a la miseria, con trabajos infames y salarios de hambre, sirviendo a una minoría de alfas poderosos, porque en eso estamos. Este es el mundo de Rajoy, que también lo es de Draghi, del PP europeo y de Zapatero. Habrá que lobotomizar la crítica y todo atisbo de conciencia para que tal distopía se constituya pacíficamente, sin ruido ni oposición, y se imponga un destino de esclavitud generalizada. Por doquier los gobiernos decretan el orden del hormiguero, la sociedad de castas, mientras que los ciudadanos parecen dispuestos a ser felices insectos, sin conciencia ni moral. Pero aunque los gobiernos logren tal aspiración no será bastante. El capitalismo actual no se sostiene sobre masas empobrecidas incapaces de comprar un cuscurro de pan. El capitalismo de usar y tirar necesita consumidores con capacidad de compra, dispuestos a gastarse el jornal y el ahorro, comprando objetos que no necesitan y que han de sustituir a la carrera por otros aún más inservibles. No obstante, siempre cabe la posibilidad de que entremos en una fase de capitalismo de barracón, en la que la producción alcanzada se fije durante muchos años a un nivel muy inferior a la producción posible, congelando las relaciones sociales en un primitivismo dañino.
Con el señor Rajoy viene la destrucción de los derechos de los trabajadores, que llevará a la reducción drástica de los salarios como requisito de una recuperación inalcanzable por esta vía. A la vez, se deteriorarán gravemente los servicios públicos universales como la sanidad o la educación, con la excusa de que no hay dinero para sostenerlos, entregando a las grandes constructoras la gestión de las partes magras de los mismos. Finalmente, se nos impondrá un banco malo (en otro momento hablaremos de este eufemismo), para que paguemos a escote los activos dudosos de las entidades financieras, comprando la quincalla inmobiliaria que permanece enterrada en sus balances. Para este último propósito el déficit no será un problema, sea cual fuere la profundidad del agujero a tapar. Menos mal que Rajoy, un señor que es producto y muleta de un régimen en el que lleva apoltronado treinta años, prometió en la última campaña electoral el cambio y no la continuidad. ¡Vivan las caenas!
Es tal el diluvio de males, hay tantos bubones en el pellejo infectado de la economía, que no hace falta que ninguna sátira realce su maldad. Los hechos se bastan y sobran para mostrar el grado presente de abyección. Las pesadillas más absurdas de la sátira social se hacen realidad. Ya no parecen extrañas las propuestas de un Jonathan Swift, que proponía al menesteroso que para salir de la miseria debía ceder al carnicero a algunos de sus retoños para que, bien mantecosos y regordetes, cumplimenten las buenas mesas al lado de faisanes y pichones. Otrosí, no es necesario que rescatemos las workhouses, o que en vez de dinero el trabajador reciba su jornal en vales canjeables en la tienda del patrón por tocino rancio y tintorro picado. Tampoco es menester restaurar la corvea, el derecho de pernada, el látigo del capataz, las cadenas del negrero, la kátorga o los láger. Ni siquiera nos queda el consuelo de seguir la recomendación de Thomas Malthus, cuando decía que el único remedio que tiene el pobre de salir de la necesidad extrema es no tener hijos, porque pocos se atreven a tenerlos ya, cosa que señala que la sociedad agoniza.
Emilio Alvarado Pérez es portavoz de IU en el consistorio de Azuqueca de Henares