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La Humanidad vista desde 9 millones de kilómetros: un miserable punto en el espacio |
Ha llegado el momento de plantear un cambio radical de la sociedad en la que vivimos, mayormente porque la sociedad tal y como la conocemos se va por el desagüe. Para tal menester es preciso pensar de otra manera. Una condición de cualquier cambio venturoso es no tener miedo a las nuevas ideas. Cierto es que algunas serán disparatadas, otras inviables, las más ridículas. Es lo que tiene lanzarse al vacío de la especulación intelectual y romper con la telaraña de prejuicios, lugares comunes y creencias que han modelado nuestra comprensión de lo social, haciéndonos creer, como aquel personaje de Voltaire, que vivíamos en el mejor de los mundos posibles. Con todo, merece la pena.
Sería mucho peor mantenernos mudos, no estrujar nuestra imaginación, no asumir el riesgo a equivocarnos, instalándonos en la falsa placidez de un bizantinismo moribundo, antesala de la muerte social. Es mil veces preferible tener la valentía de hacer el ridículo proponiendo alternativas, especialmente ahora, que tanto urge, que apuntalar un sistema que padece aluminosis y que amenaza ruina. Los que se atrevan a pensar y a equivocarse podrán decir, al menos, que lo intentaron y que estaban vivos. El resto, los que permanezcan mudos, llevarán colgado para siempre el sambenito de la complicidad con un sistema incompatible con la satisfacción de las necesidades humanas.
De la reflexión saldrán aquellas ideas que permitirán construir una sociedad distinta y mejor. Urge imaginar, por tanto, nuevas reglas, valores y fines colectivos.
Para empezar, propongo algunas sugerencias recogidas de aquí y de allá, a las que se les pueden añadir muchas otras, para que comencemos a desafiar el sentido común poltrón que nos ha tenido adormilados. Llegó la hora de romper credos y catecismos. Los mejores cerebros y todas las personas de bien deberían remangarse y ponerse a la faena, porque el tiempo se acaba.
·¿Por qué no imaginamos una sociedad en la que el incentivo del trabajo sea mantener una amplia cesta de bienes materiales iguales para todos, que se perdería a medida que no se estuviera dispuesto a trabajar el tiempo socialmente determinado?
·¿Por qué no pensamos en un sistema económico en el que a partir de cierto nivel de uso y disfrute de bienes materiales, se desincentive conseguir mayores niveles de consumo con aumentos de la carga de trabajo muy superiores a la satisfacción conseguida?
·¿Por qué no se ensaya el funcionamiento de una economía no basada en el dinero sino en títulos de tipo negativo, esto es, títulos con capacidad de compra de bienes sostenibles y certificados, que van perdiendo valor a medida que se atesoran?
·¿Por qué no se impide que cualquier título con capacidad de compra pueda dedicarse a actividades especulativas?
·¿Por qué no se experimenta el funcionamiento de una moneda-tiempo, ya teorizada por Silvius Gesell, que mantendría su valor año tras año sólo si su depositario paga una tasa mensual que recaudaría el Estado?
·¿Por qué no cambiamos el sistema de estadísticas económicas y medimos parámetros sociales a los que hoy no se les presta ninguna atención, y los convertimos en fines colectivos?
·¿Por qué no limitamos con la fuerza de la ley y el peso de la justicia los topes del crecimiento económico para impedir que arruinemos definitivamente el planeta?
·¿Por qué no intentamos sacar del circuito mercantil bienes básicos para la seguridad y la integridad de los ciudadanos?
·¿Por qué no acabamos con el secreto bancario, los paraísos fiscales y las legislaciones permisivas del abuso y de la corrupción?
·¿Por qué no se piensa en limitar constitucionalmente la desigualdad material que una sociedad está dispuesta a admitir?
·¿Por qué no pensamos en un sistema político en el que incumplir un programa electoral sea un delito penal y la corrupción un crimen imprescriptible?
·¿Por qué no probamos formas de participación política más transparentes y cercanas a la experiencia vital de las personas, con más control de los elegidos y en las que se permita el mandato imperativo?
·¿Por qué no pensamos en una sociedad en la que se trabaje para vivir y no al revés?
·¿Por qué no probamos redistribuir las poblaciones en ciudades medianas, sin grandes necesidades de consumo de energía y mejor integradas en el medio físico?
·¿Por qué no ensayamos romper con los monopolios informativos, financieros e ideológicos que atentan contra la libertad y la democracia?
·¿Por qué no ponemos la tecnología al servicio de la mejora de la humanidad, para dar dignidad a todos los habitantes del planeta?
Si quieren, pueden seguir completando la lista.
Emilio Alvarado Pérez es portavoz de IU en el Ayuntamiento de Azuaqueca de Henares