Las semejanzas con la situación actual son evidentes, lo cual no es de extrañar porque los episodios especulativos, en el fondo, se rigen por las mismas reglas: avaricia, locura colectiva, movimientos de rebaño, incentivos hacia actividades sin futuro y mentiras asumidas mayoritariamente. La crisis presente, que comenzó siendo de las finanzas y que ha pasado a ser económica, política y social, fue provocada por un sistema financiero que impulsó el crédito temerario sobre el aval falso de unos inmuebles y unos solares que, se nos juraba, siempre subían de precio. Como cualquier burbuja, la de los inmuebles estalló, dejando un socavón en la economía de proporciones bíblicas que está llevándose por delante al Estado del Bienestar.
De nuevo, las semejanzas entre la Alemania posterior a la Gran Guerra y la de la España actual son muy acusadas. Cuando España entró en la Comunidad Europea y en la OTAN, en la década de los 80, el gobierno de Felipe González se encargó de desmantelar la industria nacional (siderurgia, naval, etc…) por exigencia del guión comunitario. La mal llamada reconversión industrial (que, en realidad, nos dejó sin industria) sumió al país en una crisis social de la que no nos hemos recuperado casi treinta años después, porque ha provocado que arrastremos una elevada tasa de paro que, por su magnitud inasumible, lastra la economía. No podemos obviar que fueron los gobiernos de Felipe González los que provocaron las mayores huelgas generales que recuerda este país, tanto en 1988 (reconversión industrial, abaratamiento del despido y contratos eventuales para jóvenes) como en 1994 (recortes de prestaciones por desempleo, contratos con salarios bajos y sin derechos para los jóvenes e intensificación de la movilidad geográfica del factor trabajo, entre otras medidas). Las medidas adoptadas por los gobiernos de Felipe González, lejos de mejorar la tasa de paro, provocaron su aumento y consolidación. Con la llegada de Aznar al poder, la tasa de paro descendió (aunque nunca por debajo de la tasa europea) y el poder adquisitivo de los trabajadores se redujo un 4% debido al crecimiento del empleo en sectores poco productivos (construcción, hostelería, …) y con salarios bajos. Pero los fundamentos de esta reducción del paro, a falta de un sector industrial fuerte, provocaron el colapso actual. Los gobiernos del PP fiaron todo el crecimiento a la carta de engordar la especulación inmobiliaria. El PP cebó la bomba que el Presidente Zapatero continuó alimentando hasta que en 2008-2009 nos estalló en la cara. Como bien sabemos, el tinglado inmobiliario se vino abajo, entramos en recesión, los bancos sobrevivieron porque fueron socorridos con torrentes de dinero público y tenemos más de cinco millones de parados, la cifra más alta de la historia, que es imposible absorber aunque el PIB crezca en el futuro con fuerza, porque la economía española no tiene tejido suficiente para hacerlo. O le damos la vuelta al país o estaremos condenados a sufrir durante varias generaciones las consecuencias de una sociedad fracturada.
Debemos tener memoria y recordar el pasado para no volver a transitar el sombrío camino del fascismo, denunciando a quienes se creen en posesión de una verdad distorsionada que ha sugestionado al individuo, hasta el extremo de asumir como propia una crisis que no provocó. A pesar de todo, el futuro sigue estando en nuestras manos. Ha quedado demostrado por los más de 5'2 millones de parados que las medidas de ajuste y de reajuste del gasto, así como los recortes sociales indiscriminados son dañinos e inútiles. Hay una alternativa al PP y al PSOE, y no es el fascismo, cuyo único propósito es conducirnos a la tiranía y la muerte. No somos comparsas en esta crisis. No debemos consentir que nuestro pensamiento sea envenenado por la maldad de los que afirman que la culpa de la crisis la tienen precisamente quienes más la sufren, alentando un discurso que sólo demuestra la enfermedad moral de quien lo utiliza. Debemos parar al fascismo cotidiano que se nos cuela en tertulias, frases hechas, lugares comunes, comentarios de taberna y demás foros del descontento o del desahogo irreflexivo. De lo contrario, los paralelismos con épocas pasadas serán cada vez más claros y repetiremos una historia que nos llevó a la catástrofe absoluta.
Miguel Ángel Márquez Sánchez es militante de Izquierda Unida de Azuqueca de Henares