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Qué flaca es la memoria humana |
El eufemismo es, en política, la
antesala del atraco. También opera esta regla en la vida privada, aunque en los
asuntos cotidianos el eufemismo puede ser, además, expresión de buenas maneras.
Pero dejemos el desarrollo de esta última idea para mejor ocasión.
Cuanto peor discurre la cosa
pública, más tiende el gobernante frescachón, cuando se dirige a los gobernados, a abusar
de perífrasis, rodeos y circunloquios. Los casos menudean, hecho al que no es
ajena la influencia nefanda de la crisis. Por ejemplo, si el gobierno dice que
es partidario de la flexibilización,
que se agarren los trabajadores a algo firme porque lo inmediato es que les
bajen el sueldo o les recorten los derechos. Del mismo tenor son términos como fusión, racionalización, modernización,
ajuste, crecimiento negativo y demás consanguíneos, embelecos con los que
marear a la víctima antes de asestarle el golpe definitivo. Si tienen la mala
fortuna de escuchar estas palabras, dispóngase a cavar inmediatamente una trinchera
porque anuncian que se apuntará a matar.
El último de los circunloquios que cargamos sobre nuestro costillar ha sido patentado por el Ministro de
Hacienda, señor Montoro, figura que no decepciona, por más que su última comparecencia
parezca siempre insuperable. Nos propone don Cristóbal la bondad de aprobar una
regularización de activos ocultos
que, dicho así, sin mediar explicación, parece cosa razonable por lo bien que
suena. ¿A quién le parece mal que se saque a la luz, para que se oree, lo que
pulula en el secreto, en la humedad y en las tinieblas? Ocultar es algo
sospechoso, porque el ocultamiento es la condición necesaria del acto
traicionero, de ahí que el Evangelio proclame et lux in tenebris lucem. ¿Y qué decir del noble propósito de regularizar? ¡Qué
bonito y serio es lo regular, lo preciso, lo que se atiene a una norma adecuada! Nos gustan los trenes puntuales, que es lo mismo que regulares. Tomamos fibra
para regularnos y queremos, regularmente, cobrar la nómina ganada con sudor, esfuerzo y dedicación. ¡Don Cristóbal, siempre con usted!
Desafortunadamente para el señor
Montoro y para las ilusiones de los crédulos del mundo, todo circunloquio manifiesta una debilidad directamente proporcional a
la profundidad del misterio que tapa. En la inevitable aclaración en sede parlamentaria,
el Ministro de Hacienda no pudo evitar que aflorase su verdadera intención,
despojada de disfraces, que no es otra que decretar una amnistía fiscal en
beneficio de lo peor de la delincuencia mundial. Dicho a lo llano, como
proponía nuestro primer poeta, Gonzalo de Berceo (quiero fer una prosa en román paladino/en el qual suele el pueblo
fablar a su vecino), la regularización
de activos ocultos no es mas que una manera finolis de proponer que el Estado
se ponga al servicio de la mafia y el choriceo universal, blanqueando el dinero
de sus actividades criminales.
Cuando los activos ocultos (dinero negro)
salgan a la luz, la administración no preguntará por su origen y serán receptados sin más, se transmutarán (blanquearán), convirtiéndose en dinero
honorable, como el que se gana legítimamente. Está claro que al gobierno del señor Montoro le trae sin cuidado que
los capitales a regularizar puedan estar manchados de sangre. A lo que se ve, lo que importa es rescatarlos del agujero de
podredumbre en el que se esconden, aunque para hacerlo haya que apartar
algunos cadáveres molestos que flotan a su lado. Nunca lo alto cayó tan bajo.
El Gobierno del PP, con el apoyo
interesado de CiU (coalición en la que suelen abundar defraudadores fiscales y expoliadores de lo público),
previo pago de 219 millones de euros para Cataluña consignados en los
presupuestos del Estado, ha aprobado una amnistía fiscal que no sólo es oprobio
e insulto que ofende al ciudadano cumplidor, sino que convierte al Estado en
una maquinaria dedicada al blanqueo de capitales, que es un delito tipificado
en el artículo 301 del Código Penal.
La amnistía fiscal no sólo perdona un delito, el de evasión de impuestos (artículo 305 del
Código Penal), sino que obliga a perpetrar otro, el de blanqueo de dinero
(artículo 301 del Código Penal), actividad que hasta ahora se encargaba a
discretos bufetes de abogados, o que obligaba a buscar décimos premiados de
lotería o a abrir una lavandería a la que atribuirle beneficios fabulosos.
Ya lo dijimos en otra ocasión: cualquier mafioso que se precie necesita de un contable y de un abogado para completar su trama
delictiva. El contable, para llevarle las cuentas, las secretas y las públicas. El abogado, para que eluda
la cárcel y blanquee el dinero que mana del delito. Gracias al PP y a los nacionalistas catalanes
de derechas, los mafiosos ya no precisarán de los servicios de un abogado
encubridor. Por una módica tarifa (entre el 8% y el 10% del total a
blanquear), el Estado español les hará un trabajo fino y limpio.
Esto es lo que Rajoy entiende por política económica "como Dios manda". Lástima que cuando se refería a mandatos celestiales, allá por octubre del año pasado, justo en el inicio de la precampaña electoral, no tuvo la bondad de explicarnos en qué pensaba.
Luego nos irritamos si otros dicen
que no valemos más que para beber vino, comer magras con tomate, echarnos la siesta y batir palmas.
Emilio Alvarado Pérez es Portavoz de IU en el Ayuntamiento de Azuqueca de Henares