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El subdelegado del gobierno, el imputado Sánchez-Seco, multa a los guadalajareños que se encerraron en el BBVA para evitar el desahucio de una anciana |
Tuvo que sentenciar el Tribunal de Luxemburgo para
decirnos una obviedad: que la legislación hipotecaria española es un compendio de
abusos contra el hipotecado, que queda desarmado y cautivo cuando firma un
préstamo, a merced de la voluntad del prestamista o usurero, condenado a ser
lanzado al menor incumplimiento por su parte a la calle o al vacío, según lo
haga por la puerta acompañado del secretario judicial o en solitario por la ventana de lo que
un día fue su casa.
Ha venido Europa a decirnos que somos un fósil jurídico por mantener una concepción del cliente (que eso es quien firma una hipoteca, un cliente-consumidor) de tipo romano. Cliente como vasallo del patricio, que eso son los bancos, privilegiados; cliente como adorador de su señor, cliente a la romana listo para ser devorado en la arena de la deuda. ¡Ay Viriato, que dejaste las cabras por la espada, qué desperdicio de vida, para qué sirvió tu martirio!
Las leyes hipotecarias españolas, que son leyes de los
bancos, para los bancos y por los bancos, determinan que los hipotecados
pierdan la casa pero no la hipoteca, deuda a la que se suman unos intereses de demora escandalosos y el pago de las costas judiciales a abogados sin entrañas que trabajan
defendiendo a la chusma financiera.
Y decimos banca usurera quedándonos cortos (hay que forjar un
vocabulario nuevo para nombrar la crisis y todas sus aberraciones, con
el montante de palabras existente no basta), porque la misma banca que desahucia
recibe paletadas de millones de los contribuyentes, esos mismos a los que
arroja a la calle o que pagan la factura del desfalco del ladrillo con recortes en
sus derechos y salarios.
Este es el panorama que sufrimos desde el inicio de la
crisis, evidente para el que quiera ver o para el que tenga algo de corazón, pero negado
mil veces por el bipartito y sus terminales mediáticas, que hoy se desmorona
porque cinco jueces de la sala primera del Tribunal de Justicia de Luxemburgo
así lo decretan.
Desde que se inició la crisis en el año 2008 se ha
perfilado en nuestro país un panorama aterrador: 400.000 ejecuciones
hipotecarias, 312 lanzamientos al día, 171.110 familias arrojadas a la calle y
con una deuda imprescriptible, numerosas iniciativas parlamentarias de IU a favor del
cambio de las leyes hipotecarias tiradas a la basura por el PSOE y por el PP,
partidos cómplices de la extorsión bancaria, miles de actos de protesta de las
plataformas de desahuciados contra la sinvergonzonería y el atropello
perpetrado por bancos y cajas de ahorro, recogida millonaria de firmas a favor
de la iniciativa legislativa popular para reclamar la dación en pago, presión
social de la PAH para hacer visible el problema en medios de comunicación y
ante la opinión pública, persecución con multas a los que ocupan las sedes de
los bancos para reclamar un trato justo (por ejemplo, en nuestra provincia unos ochenta ciudadanos han sido sancionados en los últimos meses, a razón de 200 euros
por cabeza, por el subdelegado del gobierno, el imputado Sánchez-Seco, a la
sazón también secretario general del PP de Guadalajara, por haberse encerrado
en una oficina del BBVA para evitar el desahucio de una anciana), catorce
suicidios reconocidos por razones de desahucio, otros casos, incontables y
nebulosos, de suicidios frustrados y una cadena de sufrimientos inútiles que
clama a las estrellas.
La sentencia del Tribunal de Luxemburgo permite que los
jueces paralicen un proceso de desahucio cuando adviertan cláusulas abusivas en
los contratos hipotecarios (por ejemplo, que un solo impago lance el proceso de ejecución,
intereses de demora estratosféricos, altas costas procesales que se cargan al
lomo de los desahuciados, ausencia de notificación a los avalistas o fiadores
sobre el inicio de un procedimiento de ejecución hasta que la deuda se vuelve
inasumible, cláusulas-suelo intolerables, hipotecas multidivisas, swaps
de intereses y demás mandangas ideadas para sacarle los untos al acreedor), dándose el caso de que personas ya
desahuciadas puedan denunciar a la entidad que las puso en la calle y pedir una
indemnización por daños y perjuicios.
Inquieta y mucho la recepción de esta sentencia por parte del gobierno del
PP y de la banca, por su fijación compartida en que hay que
buscar un equilibrio entre lo que dice la Directiva 93/13/CEE, de 5 de abril de 1993, y la seguridad
jurídica, concepto este último que debe sonar a los afectados por un desahucio a cántico de Salicio y
Nemoroso, porque lo que hay en pie en nuestro país es un tinglado de
completa inseguridad jurídica contra el consumidor, pagano final de la especulación inmobiliaria. En cualquier caso, que no se le haya caído la cara de vergüenza a
ningún banquero o a algún miembro del gobierno después de conocerse la
sentencia es un síntoma muy preocupante, que anuncia artimañas y gatos por
liebre en asuntos tales como la fijación de la lista de cláusulas abusivas o la retroactividad
de la norma, por ejemplo. Habrá que vigilar, por tanto, el trámite
parlamentario de reforma de las leyes hipotecarias para denunciar cualquier
intento de edulcoración de la sentencia por parte del gobierno y del lobby
bancario.
Además, llama mucho la atención el silencio clamoroso que ha producido la sentencia en tasadores, notarios y registradores de la propiedad, copartícipes del abuso vil, cuando su misión era vigilar por el equilibrio del proceso, porque buenos cuartos cobraban por unos trabajos que cuesta mucho entender. Estos gremios tan oscuros tienen que explicar mucho y bien a qué se dedican, cuánto cobran y para qué demonios existen, cómo actuaron, quién los controla y si son necesarios, cosa que tendrán que demostrar porque perdieron el beneficio de la duda.
Lo que no plantea la sentencia es la dación en pago y los
alquileres sociales, objetivos que habrá que incluir en la nueva legislación
española. La justicia europea ha marcado un camino pero ahora nos corresponde
recorrerlo, hasta el final, con más movilizaciones y sin renuncias.
Esta misma mañana, una vecina de nuestra ciudad, madre soltera en
paro para más señas, acude a una vista en los juzgados de Guadalajara ante el
abogado de Bankia (entidad quebrada y reflotada con el aval de todos los
ciudadanos) que pretende desalojarla de su vivienda por aplicación de las
cláusulas de un préstamo hipotecario que va contra la legislación europea.
Gracias a la sentencia del Tribunal de Luxemburgo, el juez que ve el caso de
nuestra vecina tiene la posibilidad de paralizar el proceso de desahucio y poner en su sitio
al usurero, de una vez por todas. Que así sea.
Emilio Alvarado Pérez es portavoz del grupo municipal de IU