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Un planeta, una humanidad |
Allá por los años ochenta del pasado siglo, la izquierda europea (la española no es una excepción) abandonó irresponsablemente a la derecha la definición de la moral y de la comunidad política. En cierto modo lo hizo pensando, equivocadamente, que el de la moral es un terreno donde sólo fructifica la carcunda, y que las cuestiones relacionadas con la comunidad política trascienden a religiosidad. Vamos, que supuso que en esas aguas no iba a pescar nada bueno, equivocándose completamente.
El error cometido por la izquierda fue mayúsculo y lo estamos pagando muy caro. Abandonadas a su suerte, la moral y la comunidad política acabaron siendo definidas por la derecha, lo que implicó que los valores y los principios generales de la sociedad quedaran sometidos, en régimen de monopolio, a un ideario conservador. La izquierda pensó que hablar de moral era anticuado y burgués, cuando lo burgués era permitir que los curas definieran la moral. En otras palabras, la izquierda, por un prurito de purismo, dejó que las conciencias fuesen moldeadas por la derecha.
Aunque con un sentido políticamente distinto, esto que pasó en Europa ocurrió antes en los EEUU, cuando se produjo el desmoronamiento del New Deal. Tal hecho explicaría algo que a simple vista resulta incomprensible: la fuerza y el grado de penetración que tienen en aquel país las ideas de derechas y cómo el sentido común (al modo en que lo entendía Gramsci) de los norteamericanos es tan retrógrado. El éxito de Roosevelt consistió en unir bajo un todo coherente la definición de una comunidad nacional, unos ideales morales y una política económica intervencionista de regulación del capitalismo para salvarlo de sus propios excesos. Dicho de otro modo, Roosevelt jugó en todos los terrenos y ganó todos los partidos, ayudado por el esfuerzo bélico de la Segunda Guerra Mundial. Cuando sus herederos ideológicos comenzaron a abandonar voluntariamente esos frentes, comenzaron a perder batallas decisivas.
La izquierda hace bien en denunciar que en cuestiones culturales el conservadurismo disfruta de una hegemonía muy cómoda, reforzada sin duda por el control que ejercen las grandes corporaciones sobre los medios de comunicación. Pero se queda corta si su discurso se dedica a la mera denuncia de un orden de cosas tan parcial. La izquierda no debe oponerse a la avalancha cultural de la derecha con un discurso que sólo hable de cómo repartir mejor los incrementos del PIB si es que se producen. Este modo de abordar la controversia política con la derecha lleva anticipada la derrota por muchas razones. Para empezar, porque si sólo se habla de cómo repartir mejor el excedente dejamos de pensar sobre lo más importante: cómo producir y para qué, que es el meollo de cualquier sistema económico, especialmente si está en cuestión. Pero, además, el discurso sobre el reparto es sólo una trinchera, una línea de resistencia, no emociona y no lleva a defender lo más importante: una concepción del mundo alternativa a la actual.
Es necesario que la izquierda se plantee en serio definir qué entiende por comunidad política así como hablar de moral y de valores, presentando batalla a una derecha a la que nunca se le debió dejar ningún espacio vacío. Y lo debe hacer sin complejos, con convicción, porque puede ofrecer propuestas sobre lo que son la comunidad y los buenos valores infinitamente mejores que la derecha, especialmente ahora que las contradicciones y las limitaciones de la derecha son tan evidentes.
Emilio Alvarado Pérez, Primer Teniente de Alcalde, Concejal de Cultura y otros Servicios y candidato a la Alcaldía de Azuqueca de Henares